Los malditos cuartos sonaron anunciando la ceremonia cíclica
del atragantamiento. Mastiqué las uvas con odio. En realidad estaba masticando
en mi cabeza anti-propósitos que se disparaban como fuegos artificiales.
Después de brindar encendí un cigarrillo: el tabaco sabía a metal. La noche terminaría volviéndose inoxidable y
sangrienta. Las sirenas y los perros aullarían como dementes. Miré hacia el cielo. Las nubes eran negras.
La luna, amenazante. Era un cielo que parecía haber salido de la pesadilla de
un cuervo. Entonces lo ví claro: sería yo el que incendiaría Roma.
jueves, 14 de enero de 2016
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Microrelato presentado a concurso en Carne Cruda.
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